Los saltos a Ceuta y Melilla se disparan un 27% pese a la cesión del Sáhara a Mohamed VI
Si 2021 fue el año del enfrentamiento abierto entre España y Marruecos, con las conocidas implicaciones para la presión de la inmigración ilegal sobre la valla de Ceuta y Melilla, el 2022 estaba llamado a ser el año de la calma. El del reconocimiento del Sáhara marroquí. El de las paces entre el Gobierno de Pedro Sánchez y Mohamed VI, con un hipotético descenso de las entradas de ilegales a las ciudades autónomas españolas. Pero no ha sido así: los balances del Ministerio del Interior reflejan un aumento del 27% en los saltos a la valla.
Según las cifras que recoge Interior en su último balance de inmigración del año, Ceuta y Melilla han registrado un aumento de 472 saltos respecto a 2021. Los accesos ilegales por vía terrestre aumentaron un 27,2%, pasando de los 1.738 del ejercicio anterior a los 2.210 del actual. Y eso en espera de los últimos 15 días del año, que no se conocerán hasta la segunda semana de 2023.
De esta manera, el 2022 no se cierra como esperaba el Gobierno. Al menos, en lo que se refiere a las cifras de entradas de inmigrantes en Ceuta y Melilla, una tarea en la que Marruecos prometió involucrarse en cuerpo y alma después de que España admitiese el plan de soberanía marroquí para el Sáhara.
Aquella decisión histórica, que Sánchez tomó de forma unilateral sin contar siquiera con la consulta de su Consejo de Ministros, llevaba implícita una declaración de amistad mutua. Llegaba tras la peor crisis diplomática entre España y Marruecos desde la invasión del islote de Perejil, hace ya dos décadas. La entrada secreta en España de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, para tratarse de una enfermedad fue la gota que desató las iras de Rabat contra España.
Del 2021 al 2022
Marruecos reaccionó con el arma de la inmigración: abrió el grifo y alentó un salto masivo contra Ceuta. Más de 10.000 personas, casi todos jóvenes marroquíes, se abalanzaron contra la frontera y consiguieron acceder a España. La crisis duró apenas unos días, pero sus consecuencias se alargaron durante semanas.
Fue también, precisamente en esos días, cuando los teléfonos móviles del presidente, del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y de la ministra de Defensa, Margarita Robles, registraron varios pinchazos con la herramienta informática espía Pegasus, operado entre otros países por Marruecos. Nada se sabe, a día de hoy, del contenido de los 3 gigas de información que sustrajeron al líder socialista.
Pero aquella crisis se desactivó con la carta sorpresa, a última hora de la tarde de un viernes de abril, en la que Sánchez reconocía el plan de Mohamed VI para el Sáhara como la mejor solución a un conflicto de medio siglo en el que España se había comprometido a mediar en busca de un referéndum de autodeterminación. De golpe y plumazo, Sánchez zanjaba un posicionamiento político que todas las fuerzas políticas habían mantenido constante durante décadas. Y con ello, se esperaba la paz para Ceuta y Melilla. Algo que, en vista de los datos, no ha llegado.